lunes, 12 de septiembre de 2011

La burbuja laboral



Por Gonzalo Durán, Marco Kremerman y Alexander Páez/ Fundación SOL /

Una de las principales lecciones que se sacaron durante la crisis financiera mundial fue que los indicadores convencionales no dan cuenta fielmente de la salud económica y social de un país. El mismo análisis se ha realizado luego de observar las revueltas en los países árabes y las protestas de los indignados en Israel y España.

Seguir observando la evolución del Producto Interno Bruto (PIB) y conformarse con su crecimiento no nos asegura nada, si este se basa en la especulación financiera, el endeudamiento de las familias, en altos niveles de concentración que dan pie a escandalosas desigualdades o en contaminación del medio ambiente.

Igual cosa sucede con el desempleo. Las recomendaciones internacionales de la OIT y la OCDE son muy claras al respecto: Es una muy mala señal conformarse con el monitoreo de la tasa oficial de desempleo si existen altos niveles de subempleo, el cual corresponde a aquel fenómeno donde existen personas que trabajan jornada parcial pese a tener la disponibilidad para trabajar tiempo completo.

Por ello algunos países africanos o latinoamericanos presentan tasas de desempleo oficiales muy bajas. Sin embargo, cuándo esta se ajusta por subempleo, inmediatamente se ubican sobre el 15%. Por eso en estos países se recomienda medir tasas de desempleo alternativas que terminan siendo el verdadero termómetro de la realidad de cada territorio.

En Chile, lamentablemente se está generando una situación parecida y, luego de transcurrido un tercio de la administración Piñera, no se vislumbran muchas esperanzas de que las autoridades estén monitoreando esta realidad.

A pesar de que a partir del trimestre enero-marzo 2010 nuestro país cuenta con la Nueva Encuesta de Empleo, que permite medir el subempleo, el desempleo oculto y la calidad de los nuevos empleos creados, el Gobierno hace caso omiso a tal privilegiada información (de carácter público por cierto) y sólo se remite a comunicar sobre la tasa de desempleo oficial y la ya a esta altura vilipendiada meta del millón de empleos de calidad.

El último dato entregado por el Gobierno, para el trimestre móvil mayo-julio 2011, indica que la tasa de desempleo fue de un 7,5%, cifra baja, en relación a años anteriores que incluso ha llevado a algunos analistas y a las autoridades a decir que nos estamos acercando al pleno empleo.

No obstante, detrás de esta cifra se esconde un problema mayúsculo que no está siendo alertado por el Gobierno ni los partidos de la Concertación y que podría estar dando lugar a una especie de burbuja laboral. Además de los 602.180 desempleados registrados oficialmente, existen 740.207 subempleados, o sea, personas que trabajan involuntariamente menos de 30 horas a la semana.

Entre enero-marzo 2010 y mayo-julio 2011, el subempleo ha aumentado en un 25%, lo que equivale a un aumento de 150 mil personas, donde el 60% son mujeres.

Por ello, Fundación SOL hace un año viene calculando la Tasa de Desempleo Integral (TDI), un indicador alternativo, que considera tres componentes: el desempleo abierto u oficial declarado por el gobierno; el desempleo oculto y el desempleo equivalente por subempleo.

El desempleo oculto considera como desempleados a todas aquellas personas que no tienen trabajo y que se cansaron de buscar uno, por razones de desaliento y desesperanza. La literatura internacional los llama desempleados ‘desanimados’ o ‘desalentados’. Este tipo de persona suele contabilizarse como inactiva en Chile. Sin embargo, su condición de disponibilidad para comenzar a trabajar, si es que se le ofreciera un empleo, nos lleva a incluirlos entre las personas desempleadas.

En la categoría “desempleo equivalente por subempleo” se contempla a aquellas personas que se encuentran sub-ocupadas. Es decir, quienes trabajan media jornada pese a tener la disponibilidad para trabajar tiempo completo. Si una persona está ocupada media jornada, pero tiene el deseo y la disponibilidad de trabajar tiempo completo, la literatura considera ese caso como “medio puesto de trabajo”.

De acuerdo a esta definición, la TDI es de 12,8%, más de 5 puntos porcentuales superior a la tasa oficial (7,5%), alcanzando niveles excesivamente elevados entre las mujeres (15,8%) y las regiones y ciudades afectadas por el terremoto, las cuales se reconstruyen a base de subempleo.

Es la hora de que se acabe la siesta en materia laboral y que las autoridades comiencen a ocupar la información disponible, para generar un urgente debate, antes que sea demasiado tarde.

Por Gonzalo Durán, Marco Kremerman y Alexander Páez/ Fundación SOL

@lafundacionsol

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