Reflexiones en torno a la catástrofe del 27/F y llamado a movilización regional el día 27 de Noviembre en Concepción
Pueblo, Terremoto y mercado
El 27/f ocurrió uno de los terremotos de mayor intensidad que la historia registra. Remesón natural seguido por un maremoto que ahogó lo construido en décadas por nuestro pueblo. Nuestra región fue una de las más afectadas, destruyendo vidas, casas, parte de su infraestructura vial, sus industrias y su dignidad. Pero también, la catástrofe desnudó el modelo bajo el cual se construyó nuestro país en los últimos 30 años. Las injusticias fueron más nítidas que nunca, miles salieron a las calles por aquello que la televisión les exigía, pero que su realidad les impedía. La moral del éxito y las exigencias de consumo mostraron su cruel realidad.
Y con los meses, la crisis sólo se agudizó, las leyes de mercado y la legalidad creada por él siguen afectando al pueblo, desde aquel que perdió su departamento en un edificio recientemente construido, en que la ley y las autoridades protegen el millonario negocio de las inmobiliarias dejando a sus habitantes en la duda sobre su futuro, hasta las cientos de barriadas arrasadas por el maremoto, agrupándolas en campamentos de emergencia que no cuentan con las condiciones mínimas para superar la tragedia, y sin dar soluciones dignas en el corto plazo. Miles de trabajadores despedidos por un artilugio legal del código laboral que protege al empresario. La cesantía se acrecienta y el mercado y sus autoridades sólo piensan en cómo aumentar sus ganancias.
Sin embargo, también están los que ganan. Ya comienzan los negocios para privatizar lo poco que queda en manos del Estado. La salud, los recursos naturales y la educación son grandes negocios para quien puede comprarlos. Y quien pierde nuevamente, el pueblo, los mismos que vieron flotar sus viviendas en el mar, los mismos que perdieron sus inestables empleos.
Y con los meses, la crisis sólo se agudizó, las leyes de mercado y la legalidad creada por él siguen afectando al pueblo, desde aquel que perdió su departamento en un edificio recientemente construido, en que la ley y las autoridades protegen el millonario negocio de las inmobiliarias dejando a sus habitantes en la duda sobre su futuro, hasta las cientos de barriadas arrasadas por el maremoto, agrupándolas en campamentos de emergencia que no cuentan con las condiciones mínimas para superar la tragedia, y sin dar soluciones dignas en el corto plazo. Miles de trabajadores despedidos por un artilugio legal del código laboral que protege al empresario. La cesantía se acrecienta y el mercado y sus autoridades sólo piensan en cómo aumentar sus ganancias.
Sin embargo, también están los que ganan. Ya comienzan los negocios para privatizar lo poco que queda en manos del Estado. La salud, los recursos naturales y la educación son grandes negocios para quien puede comprarlos. Y quien pierde nuevamente, el pueblo, los mismos que vieron flotar sus viviendas en el mar, los mismos que perdieron sus inestables empleos.
¿Qué hacer?
Construyendo la senda común
Construyendo la senda común
No obstante la tragedia, el pueblo ya se organizaba, con diferencias y con distinta disposición de lucha, fueran muchos o pocos, ya existían ánimos transformadores, que buscaban una solución a sus problemas. En la educación y en la salud estaban sus gremios y organizaciones estudiantiles; existían ya organizaciones que se planteaban el problema de la vivienda; los trabajadores también hacían sus esfuerzos, luego de una larga recuperación de la barbarie neoliberal. Con el terremoto, más inquietudes y más ánimos se unieron a la cruzada, muestra de ello es la manifestación del 27 de agosto, a seis meses del remesón.
El pueblo exige y debe exigir soluciones reales. Pero ello no se consigue solo y nadie regalará nada. Solamente la unidad logrará vencer al gran monstruo. Unidad en la diversidad que representamos, reconociéndonos, haciéndonos solidarios con el problema de aquel que está a nuestro lado. Siendo concientes de que nuestro problema es también el problema del otro, y que el problema del otro es nuestro problema. Y siendo también concientes de que nuestros problemas particulares son frutos de un modelo que nos afecta a todos: el modelo económico y social en el cual vivimos.
El pueblo exige y debe exigir soluciones reales. Pero ello no se consigue solo y nadie regalará nada. Solamente la unidad logrará vencer al gran monstruo. Unidad en la diversidad que representamos, reconociéndonos, haciéndonos solidarios con el problema de aquel que está a nuestro lado. Siendo concientes de que nuestro problema es también el problema del otro, y que el problema del otro es nuestro problema. Y siendo también concientes de que nuestros problemas particulares son frutos de un modelo que nos afecta a todos: el modelo económico y social en el cual vivimos.
Sin embargo, para hacer de la palabra un hecho, para que la unidad se haga verbo, debemos darnos la tarea, no sólo de entregar buenas intenciones, tenemos que trabajar una carta de navegación que nos permita avanzar en unidad. Una carta de navegación que sea el programa de lucha para caminar juntos. Un programa en el que seamos capaces de vernos reflejados, que abarque todos los grandes y pequeños problemas y visiones, que dé un largo aliento a estas instancias, pues si algo creemos que podemos compartir como certeza es que la pelea da para largo y que el camino lo construyen muchos más de los que aquí estamos.
En virtud de todo esto se convoca a una marcha y acto cultural en Concepción el día 27 de noviembre (a 9 meses de la catástrofe). La idea es manifestarse frente a los oídos sordos de las autoridades y proponer una reconstrucción desde abajo, ósea desde el pueblo organizado
0 comentarios:
Publicar un comentario